martes, 31 de marzo de 2009

Carta abierta a Roberto Rojo. En un intento de despejar tinieblas

Tengo a mano y a la vista tu libro Angelelli. La Vida por los Pobres, editado en 2001. Leo la dedicatoria en el ejemplar que, con amabilidad, me obsequiaste: “A Yiyi Alfieri que entreví en esta historia, con afecto”.

Repasé páginas con motivo de la intrincada nota que publicaste en El Independiente del 29 de marzo de 2009, a propósito de lo que denominás “polémica reactivada”. En el capítulo con referencias y conceptos sobre Tito Paoletti, el diario y la cooperativa no encontré expresiones que sí utilizás en tu reciente escrito. Por caso:

* “Nadie podía discutirle (a Tito) nada”. No mencionás la fuente de información (testimonial o documental) que sustente lo que afirmás, que coloca sombras acerca del funcionamiento de la democracia interna de Copegraf. Por lo tanto formulás una siempre endeble conjetura para abordar un tema grave.

Al respecto aporto dos hechos, a modo de ejemplo, que constan en actas que supongo guardadas en los archivos respectivos: las asambleas en que se consideró la posición del diario para las elecciones generales de 1973 y la que trató la renuncia presentada por el Gordo en 1974, por razones que se explicitan en El Libro de Alipio Tito Paoletti.

* “En aquel El Independiente el encorsetamiento era muy estricto..., sólo publicaban a gente con la que estaban de acuerdo, a gente del palo”. La ambigüedad de la caracterización que realizás despierta el interrogante: ¿debíamos dar cabida a personas y organizaciones que detallás en tu obra de 2001? ¿Acaso ser medio de difusión de los injuriadores de Monseñor Angelelli, del lopezreguista interventor del Partido Justicialista, de los Cruzados de la Fe, de Tradición, Familia y Propiedad, de los oligarcas explotadores del pueblo, de las bandas fascistas instaladas en La Rioja?

Por supuesto que la pluralidad tenía límites, con excepciones resueltas con criterio periodístico. Quizá todavía vale la pena que leas la entrevista (doble página) a Tomás Agustín Álvarez Saavedra. Te aseguro, Rojo, que había días y noches en que la sede de 9 de Julio 223 se asemejaba a un lugar de peñas de dirigentes de variadas fuerzas partidarias y entidades sociales y culturales que coincidían en su presencia.

* “Formaban parte de una guerra y actuaban en consecuencia”. Supongo que la frase es metafórica, desvinculada de la tramposa teoría de los dos demonios para justificar el terrorismo de Estado.

Paso por alto la ligera inclusión que hacés de la razón económica para crear la cooperativa. Acertás con la hipótesis de las convicciones ideológicas. En efecto, la renta extraída de la plusvalía era incompatible con el decir y el hacer de los propietarios de Editorial Norte.

Te corrijo la plana de otra de tus conjeturas. El diario no era sólo de los Paoletti. Tito y Cacho tenían socios, como Ricardo Mercado Luna y yo, en la empresa privada. Con la cooperativización, más de setenta dueños compartieron el proyecto común.

Vuelvo a lo que editaste en 2001: “Los muchachos de El Independiente tenían como principal orgullo su línea de conducta, porque hacían un periodismo sentido y verdaderamente independiente” (Angelelli. La Vida por los Pobres, página 273).

Coincido con tu nota del 29 de marzo de 2009 en lo que atañe a atribuir papel principal a las exclusiones dispuestas en 1984 en el debate actual que nos ocupa. Precisemos, Rojo, que el operativo se inició antes de las elecciones del 30 de octubre de 1983 y del regreso de Tito al país. Además, eran nueve los compañeros separados de Copegraf.

Las fechas son relevantes porque el plan se urdió con el autoritarismo en retirada, pero todavía en condiciones de influir en decisiones tramadas en el Batallón 141. Sos vos el que acabás de escribir: “En esa nueva etapa (la dictadura) no podían estar el obispo Angelelli y el director de El Independiente, Alipio Paoletti... Tenían enemigos temibles, letales, impiadosos”.

A Monseñor lo mataron, acallaron su profética pastoral, persiguieron a curas, monjas y laicos posconciliares. En 1983 ese blanco primordial para el golpe militar había sido alcanzado. A Tito no habían podido cazarlo, la cooperativa superó los embates para su destrucción.

¿No será, Rojo, que la estrategia uniformada fue la de descabezar para que El Independiente no retomara su línea editorial? ¿No es posible que en 9 de Julio 223 actuaran agentes de los servicios de inteligencia y sujetos adocenados permeables a tentaciones para el beneficio personal?.

Lo indudable es que las exclusiones fueron y son funcionales al objetivo de la dictadura y de los factores de poder regocijados con la “victoria”.

Sin embargo, tu tesis es que, “más allá de lo legal”, la alternativa fue: “el diario era de los Paoletti otra vez o era de los asociados”.

Aún así, dejando correr el sofisma, es miserable que hayan usado para las exclusiones, según las actas que podés consultar, renuncias datadas siete años antes, extraídas con extorsión y chantaje a compañeros en la cárcel y falsificada en el caso de Alipio. Hechos que omitís, sumándote al propósito de tornarlos invisibles.

Suena a acto fallido que des por aceptado que se operara más allá de lo legal y –agregamos- de elementales principios éticos.

Sugiero que recorras tu libro para reencontrar lo que está en letras de molde: “Tito Paoletti fue al exilio, que significó la muerte en vida”. Proyectá ese desgarro al instante en que un escribano público le comunicó la exclusión, por la renuncia que nunca firmó y por el estúpido cargo de abandono de trabajo. ¿Cuántas veces mataron a Paoletti los dictadores, los cómplices, los encubridores?.

Contradigo tu frase “Visto desde lejos aparece como una canallada”. Con la ética de la sintaxis insisto en que no aparece sino que es una canallada y que la infamia continúa.

Es seguro que para el historiador, escritor y periodista que sos es un anhelo documentarse. Munite de los libros de actas de Copegraf y de la causa judicial iniciada por Tito, si es que en Tribunales sacuden las telarañas del expediente.

Por fin, tu evaluación de aquel El Independiente y del que sólo conserva el nombre, corre por cuenta del lector activo. Eso sí, confío en que la continuación de Noticias del Periodismo Riojano (otro de tus libros) registrará las groseras distorsiones de la razón de ser de Copegraf, comprometida en sus estatutos, de editar un medio de comunicación digno del patrimonio social y cultural de los riojanos.


Guillermo Yiyi Alfieri


PD. 1) No soy yo quien “concede” que Tito tenía “carácter podrido”. Leé atentamente mi informe y advertirás que es Paoletti el que se autocrítica, en una carta dramática, con la salud quebrada y penurias de otro tipo. No debiste usarla como elemento de tu sofisma. Tito era el que reflejás en tu libro sobre Angelelli, un periodista impresionante, con convicciones y coherencia.

2) Empleás la categoría “despotismo ilustrado”. Mirate en el espejo para encontrar ese rasgo en la suposición de que los socios de Copegraf se resignaban a la prepotencia de una persona. El menoscabo, Rojo, es atributo de los soberbios, sean o no ilustrados.

3) Reitero convidar a debate público. Podrías participar, no desde la tribuna sino dentro de la cancha, aunque esté embarrada.

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